27 may 2009

Prohibido Liberarse.

Ayer por la mañana me saqué a pasear durante un par de horas. Vivo sin tiempo. Porque quiero vivir sin tiempo. Por lo tanto, también puedo decidir tenerlo. Uno de mis compromisos del día podía esperar, entonces cambié el rumbo. Siempre uno sale hacia algún lado a cumplir determinada actividad. Doblé a la izquierda justo en donde a diario doblo a derecha. ¡Qué buen sol había ayer! Apagué el celular. Primero entré a un bar sin nada de onda, ubicado en una esquina, por la cual paso usualmente, apurado, veo a la gente allí sentada la envidio un poco y me pregunto ¿Cómo tienen tiempo para leer el diario sin prisa? ¿A qué se dedican? Entré esta vez y pedí un café con leche con media lunas, un jugo de naranja. Saqué de mi bolso un libro de Guy de Maupassant "El Horla" cuento de terror soberbio, que llevo para todos lados y no termino aún de leer. Así comenzó mi desayuno literario en paz. Mientras leía, observaba como los transeúntes, corriendo para no llegar tarde a sus trabajos, me observaban con bronca y deseos de estar en mi lugar. Sonreí varias veces. Dulce venganza de mi mismo. Estuve en paz. Nadie sabía en donde estaba. Genial. Continué con mi pequeño enorme acto de libertad. Fui a la plaza en donde hace muchos años, cuando nada externo me importaba demasiado, solía pasar horas, sentado en la base de una gran escultura, de frente al sol, leyendo, bronceándome, dormitando. Desde ese sitio, ubicado en lo alto de un parque, ves todo, los perros cagando en el verde, las avenidas con ese ir y venir de autos enloquecidos, más allá otros parques y en el horizonte casi imaginado, el río de la plata. Cerré los ojos, el sol derritió meses de responsabilidad helada en mi rostro. Apoyé mi cabeza contra el mármol, estaba contento. Desperté luego de media hora, más o menos. Bostecé relajado. El mundo podía continuar marchando sin notar mi ausencia. Igual, encendí el celular, miré el reloj y regresé al sistema. En la vida urbana, un acto de libertad en horario productivo, es más bien, una infracción; aunque fundamental para la salud, de vez en cuando.

24 may 2009

La Bien Pagá.

Manuel Bandera en la película "Las cosas del querer".

Subido a YouTube por Watusipachanga.

De Las Aves Que Vuelan...

En la vida existen dos tipos de familias: la familia tordo y la familia silo (e incubadora).
El tordo es un ave. Al igual que otras especies de garrapateros, los tordos no construyen nidos propios, depositan sus huevos en los nidos ajenos de otras muchas especies. En ocasiones destruyen los huevos de sus anfitriones de nido después de haber puesto los suyos. De esta forma los pichones de tordo nacen y son criados por las aves que hicieron el nido, creyendo que son sus crías. Y se alimentan mayormente de semillas, por ejemplo, de maíz.
Un silo es una estructura diseñada para almacenar grano y otros materiales a granel; son parte integrante del ciclo de acopio de la agricultura.
La típica familia tordo, deposita sus huevos en el nido de una familia silo. Mientras los pichones crecen y aprenden a volar usando el nido ocupado como pista de despegue, toda la familia tordo aprovecha y se alimenta con el acopio de semillas obtenido, aportado, con esfuerzo, por la familia silo. O sea, llegan, devoran y cuando sus pichones tienen ya, todas sus negras y brillantes plumas, cuando están repletos, parten a buscar otras familias silos, para continuar perpetuando su especie. ¿Vos, a que tipo de familia pertenecés? En mi caso, a la menos favorecida.