22 sept 2009

No Estamos Locos, Porque Sabemos Lo Que Queremos.

"Te permite mostrar la emoción que no se ve". "El arte es el alma de los pacientes". Así definía a la expresión artística y su importancia en la vida, uno de los pacientes psiquiátricos, ya dado de alta, del Hospital Municipal José Tiburcio Borda. Pacientes con graves patologías hallan en sus talleres de pintura, teatro, literatura, música, una forma de manifestar lo que sus mundos interiores atesoran, y a la vez de promover la resocialización. Quedé conmovido con la muestra de pinturas que organizó el Borda para dar a conocer los trabajos finales realizados. La mayoría, de una calidad excepcional, en el manejo de los colores, las diferentes texturas y tramas, el dominio del del trazo y sobretodo lo simbólico: imágenes bellas, otras perturbadoras. Alguien comentó a mi lado: "parecen realizadas por grandes artistas", yo le contesté: claro, ellos son, esos grandes artistas". Los pacientes hablan a través de sus creaciones. Si podés no dejes de visitar la exposición. No vas a volver a ser el mismo o la misma.
Pensaba en la relación intensa entre genialidad y locura, en esa delgada frontera y recordé este texto:
"Demócrito se quitó la vista para poder pensar con mayor lucidez y crear la teoría sobre la estructura del átomo. Fue tachado de loco. En el cerebro de Albert Einstein había anomalías estructurales en el lóbulo izquierdo que podrían estar relacionadas con la genialidad del creador de la teoría de la relatividad. El poeta Antonin Artaud, que sufría trastorno bipolar, dirigió el laboratorio de experimentación de los surrealistas, empeñados en desentrañar y aprovechar al máximo los mecanismos del cerebro y de la locura -Dalí y su método paranoico-crítico es uno de sus exponentes-. Son bien conocidos los trastornos mentales del genial pintor Vicent Van Gogh, del matemático John Nash -que inspiró la película Una mente maravillosa- y del compositor Robert Schumann.
Ni todos los genios están locos, ni todos los locos son genios. El genio es una persona con extraordinarias capacidades, focalizadas en alguna materia, y con capacidad para alumbrar ideas abstractas nuevas y expresarlas, es decir, de crear". El talento lo tiene el que puede acabar creando". En cuanto al mito sobre la relación entre genialidad y enfermedad mental, el genio no es un enfermo, hay de todo, aunque es cierto que en el caso de existir enfermedad, sabe aprovechar sus brotes de locura para crear cosas fantásticas". Esta tesis viene apoyada por estudios que han permitido ver que "las facultades creadoras ya existen antes de manifestarse la enfermedad". Vicenç Altaió incidió también en que otro tipo de enfermedades físicas también pueden dar otra percepción del mundo y puso un ejemplo. "Proust, debido a la alergia que tuvo de niño [síndrome de EPOC], nunca más pudo llevar una vida normal. Se dice que su genialidad se debe a su necesidad de recrear algo que él nunca más podría sentir". Incluso algunas extravagancias, como la de Demócrito a la hora de cegarse, pueden tener su explicación: "Hay que cerrar los ojos para ver el átomo en abstracto". Así pensaron, Francisco Mora, catedrático de Fisiología Humana de la Universidad Complutense de Madrid, y Vicenç Altaió, escritor, traficante de ideas y director del KRTU, organismo dependiente de la Administración catalana para promover la creación artística, como ponentes del debate ¿Genialidad o enfermedad, dónde está la frontera? La creatividad está asociada también con el conflicto emocional. "La insatisfacción es lo que empuja al genio a crear, y eso tiene un fundamento neurológico", explicó Mora."
¿Interesante no? Para mí, si el ser humano descubriese de donde viene o que hay después de la muerte, perdería su condición natural, esa libertad de poder equivocarse para crecer y avanzar. Y el genio es aquel que logra a través de su talento, del arte como herramienta, correr al menos uno de los velos que ocultan el misterio de la vida, logran asomarse, en trance, en éxtasis, transportados mediante el acto creativo, a dimensiones que nos están vedadas. Lo que experimentan es maravilloso. Pero cuando regresan de ese estado sublime a la tosca realidad cotidiana, la vida se les hace insoportable y es allí, en donde un brote, la locura, entra sin pedir permiso. Como un castigo por haber traspasado leyes invisibles que nos obligan a ser partes de un común denominador.

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