14 feb 2009

Dar.

¿Es correcto esperar de los demás reacciones equitativas a nuestras acciones? ¿Pretender recibir lo mismo que damos?
"Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más", afirmaba la Madre Teresa de Calcuta. Según ella y tantos otros seres humanos iluminados que convirtieron sus vidas en ejemplos universales, debemos dar sin esperar nada a cambio.
Me cuesta seguir esos ejemplos, surgidos en situaciones de lucha contra realidades adversas, en donde se deja hasta el alma ayudando a los que sufren, a quienes se enferman por no tener cubiertas las necesidades básicas, en un mundo de abundancia; pero de injusta distribución de los alimentos y esclavo de una economía con oscuros destinos.
Me cuesta seguir esos ejemplos porque, en una escala y contexto diferente, algunas personas que obtienen de mí, atención, respeto, dedicación, afecto, PUEDEN retribuir, aunque sea con un gesto, una mirada. Pero no. Pocos notan tu esfuerzo y dedicación. Sobretodo en los detalles pequeños. Les da lo mismo. Dan todo por sentado. Entonces pienso: podría invertir esa energía malgastada, en promover cambios, en apoyar causas trascendentales y no sentirme un estúpido, viendo como se filtra ese tiempo precioso entre las rocas de la indiferencia y de la soberbia ajenas, hasta evaporarse. Espero, alguna vez poder crecer lo suficiente y entender que, en el acto mismo de dar, uno recibe. Todavía no lo logro. Hoy, si no percibo reciprocidad en estos aspectos, me desinflo, me indigno, pierdo colores. Pierdo. No soy.

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