1 sept 2009

Hoy Nublado.

Un hoy nublado se desplegó ante mí al salir a la calle. Desde hace tiempo, me siento sereno, tranquilo, optimista, pro-activo y ya no me sorprenden estos estados. Mi naturaleza casi ha pasado a estar definida por ellos. El amor, la amistad, la concreción de las metas han ayudado. Pero hoy, no tenía ganas de ir a trabajar, ni de escuchar a nadie, ni de ser simpático, no tenía ganas de nada, sólo de sentarme en mi sillón y mirar por la ventana. Y no estoy triste, al contrario, disfruto mucho de la soledad. Un día, así de frío y gris, invita a la introspección, a la reflexión en silencio. Me gusta dejarme ir, viajar con la mirada, degustar recuerdos, imaginar, diseñar y decretar realidades futuras. Sin embargo encaré y vine a trabajar, he escuchado a todos, desbordo simpatía y no paro de hacer cosas. Me espera una larga jornada laboral. Más tarde, la facultad. Encaro pese al desgano porque a veces, esa sensación de querer quedarse en el nido, a simple vista tan saludable, esconde alguna artimaña de Tánatos para lograr inhibir o invitarte a tomar una actitud inerte ante el paso de las horas. Uno debe estar atento. Muy bueno es, si te tomás un franco porque lo merecés, después de trabajar o estudiar mucho. Pero si desconocés la causa de tu inclinación a no salir a la calle, es peligroso porque guarda algún miedo. Miedo a algo que te produce angustia. Tal vez ese algo aguarda en lo profundo y ataque algún día. Estaré esperándolo, con toda la fortaleza y energía para desintegrarlo al instante. Anoche soné con un oceáno a lo lejos, mezclado con un pantano de agua dulce. Al otro lado del mismo veía una hilera de árboles sobre una franja de arena y juncos que sobresalían del agua. Yo estaba recostado a la orilla. Veía el océano lejos. El agua, cerca de mi rostro, se veía limpia aunque profunda. Había calma, sin embargo, algo me inquietaba. De repente, vi un par de ojos asomados, mirándome entre los juncos, muy cerca. Eran los ojos de un caimán. Me quise levantar de a poco, asustado, los ojos se movieron, logré ponerme de pie justo cuando el animal surgió, con todo su tétrico esplendor, con actitud amenazadora, plagado de escamas multi-colores, la piel alrededor de sus ojos era roja. Tomó impulso para saltar hacia mí, dispuesto a atacarme. Entonces arrojé sobre él una... almohada. Desperté. Más tarde, al salir a la calle, un hoy nublado se desplegó ante mí.

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