17 jul 2008

¿Coger equivale a tomar un té de tilo?

¿Qué pasa con el sexo?
Porque cogemos poco, mal o mucho, lloramos, pataleamos, prendemos velas, histeriqueamos. ¿Se ha vuelto el sexo una actividad sobredimensionada por ser el único momento en donde recordamos a la bestia peluda, sedienta, agresiva, sudorosa, debajo del perfume, sobre tacos o detrás de la corbata?
El hombre urbanizado ya no caza para obtener alimento, la respuesta a la mayoría de sus deseos te espera en una góndola y el único esfuerzo para obtenerla es pagarla en efectivo, débito o crédito.
Tampoco tenemos muchas oportunidades para atacar con una lanza a algún enemigo. Vamos a juicio, papeles, normas, códigos, corbatas y más corbatas. A lo sumo un arrebato, un tirón de pelos entre enemigas de peluquería. No nos movemos nunca. Poco deporte. Mucho laburo.
La respuesta mágica es: COGER. Un buen polvo y a la cama. Entonces a coger, sin otros intereses más profundos, a poner énfasis en lo estético, en tener la carrocería pulida, a punto, joven, deseable.
¿El placer se ha convertido en un eyector de miserias? ¿Eyacular significa sacar la basura a la calle? ¿Ya nadie la pone por adoración al acto? ¿Alguien disfruta?
Penetrar y ser penetrados sin más sentido que la descarga de tanta frustración urbana y el efecto narcótico posterior para poder soportar la vida en sociedad sin matar a nadie.
¿Sexo igual a Valium? O sea... ¿La pausa son cinco minutos y un polvito es el té?

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