17 feb 2009

¡LLueven Libros!

Salí hace un rato de la iglesia. Fui a cumplir una promesa que tengo con San Expedito. Es milagroso. Siempre está cuando lo necesito.
De allí crucé la Avenida Santa Fe y decidí caminar por la calle Larrea y hacer un poco de ejercicio. Si yo no hubiese tomado ese camino, no hubiese vivido lo que me esperaba. Cuando me suceden cosas así, confirmo que todo está escrito. A mitad de una cuadra, vi a varias personas, la mayoría mujeres, de cuclillas en el suelo. Recogían algo. Primero pasé de largo. Estoy tan acostumbrado a ver a cada vez más excluidos del sistema revolviendo la basura que no le di importancia; pero regresé y miré bien. Quedé helado. No era basura. Ni eran personas con signos de necesidad alguna. Lo que ésta gente observaba y levantaba del piso, atónita, eran libros, decenas de libros antiguos, la mayoría en inglés y en alemán, arrojados a la calle. Me acerqué sin poder creerlo. Pregunté horrorizado si los habían tirado. Respondieron afirmativamente. Sin dudarlo, poseído por mi pasión literaria, caí sobre los textos con la sensación de estar rescatando náufragos. Más y más transeúntes, sobretodo jóvenes, comenzaron a acercarse. De repente fuimos, tal vez diez o quince extraños, hechizados por un suceso triste, insólito y mágico. ¿Quién pudo cometer semejante barbaridad?- pregunté otra vez. ¿Cómo no los donaron a alguna biblioteca pública o los vendieron? Una biblioteca entera a la basura, más otras pertenencias, como cuadernos, adornos, etc. Acto seguido, apareció de la nada, frente a todos, una señora: alta, rubia de ojos celestes, rellenita, que dijo a todos lo siguiente:
- Fui yo. Mi madre falleció y necesito tirar, sacar todo; porque vienen parientes de afuera. -Y dando la media vuelta entró a un edificio. ¿Cuales habrán sido los motivos reales familiares para ver a una hija despojarse en forma tan cruda de los tesoros impresos de su madre? Nunca lo sabré.
Rescaté 16 libros. No tenía modo de quedarme con más. El resto, gracias a Dios, quedó en manos de los demás rescatistas. Volvió entonces a aparecer la señora con los ojos llorosos y nos dijo:
- Les traje un banquito. Tomen asiento y revisen todo, es para ustedes, espero que hallen algo que les sirva. Y volvió a irse.
Recién llego a casa. Los volúmenes ya tienen un lugar en mi biblioteca. Al menos 16 están a salvo. Algo me sucede con los libros. O recibo donaciones misteriosas, o me llueven. ¿Por algo será no?

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