
Caminaba por la vereda de una plaza, cuando, un hombre y una mujer jóvenes, pasaron corriendo frente a mí, vestidos con ropa negra de danza, como de lycra, ceñida al cuerpo y cada uno con un par de alas blancas. Corrieron hasta el centro de la plaza y se pusieron a bailar, a reír y a gritar. Me quedé un rato observándolos. Tal vez, recién salían del estreno de su obra y estaban festejando. O eran dos amigos fanáticos de los ángeles. O venían alcoholizados de una fiesta de disfraces. O alguna sustancia alucinógena los había convertido en seres alados. O eran estudiantes de Sociología realizando un experimento para ver como reaccionan las personas cuando ven algo que los saca de su comportamiento autómata diario. Podían ser todas o ninguna de esas posibilidades. Dejé de buscar una razón y simplemente disfruté de su acto. Sentí nostalgia y a la vez alegría. También fui un ser alado. Sigo siéndolo; aunque ahora vuelo con más experiencia y en inmejorable compañía. ¡Qué afortunado! La mayoría, se va de éste mundo, sin haber batido jamás un par de alas. El aburrimiento desapareció. Agradezco a esos ángeles danzantes que cambiaron mi noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario