6 jun 2009

Tiempo Al Tiempo.

Salgo en 10 minutos. Hace horas que espero. En diez te paso a buscar. Estoy llegando. Dame media hora. Un segundo por favor. Se atrasó el vuelo. Adelantaron la hora. Tienen 45 minutos para responder. Una hora para almorzar. Time Out. La pausa son cinco minutos y el valium es la opción en este delirio de horarios masivo que nos rige y ahorca cada día. No recuerdo un día sin algún compromiso preestablecido. Hasta para salidas informales uno tiene que correr: cine, teatro, cena, gimnasio, todo está cronometrado. Y cuando mejor la estás pasando, riendo, quizás con un par de copones de más, ya se hizo tarde. A dormir porque mañana domingo a las doce en punto te esperan tus viejos a comer. Ni hablar de la carrera contra reloj cuando te quedaste dormido para llegar al laburo. Peor si fichás como es mi caso. Mecanismo de control de presentismo, ya viejo a fines del siglo XIX. No importa si laburás bien o mal, importa que cuando llegás o te vas, pases la tarjeta. Podés ser un inoperante atómico; sin embargo, cumplir con el horario es lo único que importante. En fin, estoy cansado. ¡Quiero despertar en una isla onda Lost; pero más parecida a un spa, no con tanto conflicto y falta de elementos de higiene como en la serie.

No hay comentarios: