10 ago 2008

Superman & Delivery.

La ducha de mi casa me detesta, hiervo o tirito. En mi barrio, como ya conté antes, los días domingos mueren todos los supermercados chinos y los quioscos. Padecés hambre, sed, rodeado de restaurantes y bares. A veces, al salir del ascensor, me choca un caniche semi-ciego. No soporto caminar a ningún lado. Caminata, paseo, trote, correr, son términos eliminados de mi hardware en algún momento entre el fin de la escuela primaria y mi primera vez. Por ende, dar más de 50 pasos me molesta como un taladro a la madrugada. Ir al gym me hace bien. Me siento genial. Comer pizza me hace mal. me siento pesado. Sin embargo, dejé de ir al gym y ésta noche seguro, pido pizza.
¿Estoy detenido?. No río a carcajadas, no lloro descontrolado, no tiro una copa contra la pared, no grito enfurecido, no duermo dos días seguidos después de dos noches locas, no sudo; soy normal.
¿He dejado de poner a prueba mi fuerza y habilidades, para convertirme por cobardía o pereza en un hombre común, decorativo, prescindible, fugaz? ¿LLegaré a ser el super hombre de Nietzsche? ¿LLegaré en mí, a ese producto final, como lo es la miel para las abejas, según Rilke? No lo sé.
Por ahora me voy a pedir una grande jamón y queso y cuatro empanadas. "Uno siempre vuelve a las simples cosas", como bien canta Chavela Vargas. Construímos nuestra vida en base a esos hechos, placenteros o no. No importa. Nunca vuelven y debemos atesorarlos, porque las vivencias son el único equipaje permitido cuando nos vamos. También estoy rodeado de momentos felices, irrepetibles. Si no voy a ser el mejor, ya soy el más afortunado; porque tengo una familia fabulosa, porque alguien me ama mucho y porque amo.
"iQué importas tú...di tu palabra y hazte pedazos!" Nietzsche. Así habló Zaratustra.

No hay comentarios: